jueves, 24 de octubre de 2013

JUGUETES EROTICOS

                                   

                                                   
                    
                             JUGUETES EROTICOS


Bolas de geisha Luna Beads Noir de Lelo
Perfectas para usar en una velada romántica con tu pareja, sus bolas internas responden a tus movimientos con sutiles vibraciones que te preparan para los placeres que la noche promete. Además de crear gratas sensaciones, sirven para fortalecer los músculos del suelo pélvico, proporcionando a un tiempo una serie de beneficios para la salud y una mayor posibilidad de disfrutar de orgasmos más intensos y regulares en el futuro.
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miércoles, 23 de octubre de 2013

Las 8 llaves del placer

 
                                                 Las 8 llaves del placer





Lily abrió la caja de un simple empujón. La estancia estaba casi igual de oscura, pero podía adivinar que las paredes estaban cubiertas por cortinajes de terciopelo. Al otro lado de la sala, le pareció distinguir las figuras de un hombre y una mujer fundidas en un abrazo. De un respingo, se acercó hasta ellos. Por un momento, sintió algo de pudor. Aunque no hacía frío, no se sentía cómoda con el hecho de encontrarse en un lugar desconocido y dirigiéndose a dos extraños completamente desnuda. “Libéranos”, escuchó antes de proferir ella una sola palabra. Ahora distinguía claramente a un hombre y una mujer sentados en un banco, muy juntos, el uno frente al otro. “¿Qué lugar es este? ¿Sabéis por qué estamos aquí?”, replicó Lily. La mujer negó con la cabeza. Hasta que no alzó el rostro, Lily no apreció que ambos llevaban antifaces. No podían ver nada. Estaban maniatados el uno al otro. Quiso liberarlos. Sin embargo, las muñequeras* no cedían. Haría falta una ganzúa o algo con lo que romperlas, pero resultaba evidente que aquella habitación estaba vacía.
“La llave está en nuestro cuerpo”, musitó el hombre. Su voz sonaba tranquila, como si hubiera aceptado aquel cautiverio. Se recordó a sí misma unos minutos antes, rendida ante el tacto de unas manos ajenas, y sintió una empatía total con la pareja. Puede que juntos averiguaran qué estaba pasando y, sobre todo, cómo salir de allí. En cualquier otra circunstancia, el mero hecho de tocar a alguien sin saber siquiera su nombre le habría resultado impensable. Sin embargo, atendió a las instrucciones sin hacer más preguntas. No podía ser difícil encontrar esa llave.
Se sentó tras él, a escasos centímetros de su espalda, en la única postura posible, y comenzó a tantear por encima de su camisa. Pronto se dio cuenta de que las arrugas de la prenda apenas permitirían distinguir una llave tan pequeña. Podía estar cosida al interior de un ojal o en cualquier otro recoveco. Le rodeó con las manos y la desabrochó, revelando un torso más tonificado de lo que aparentaba. Se ruborizó un poco al descubrirse abrazada a un completo desconocido, con sus senos rozándole los omóplatos, aunque decidió que no era momento para remilgos. La respiración de él, sosegada bajo el antifaz**, le transmitió la valentía suficiente para bajar de su pecho hasta los pantalones. Si él guardaba la llave, debía ocultarse ahí. Tras el botón, la cremallera bajó casi sola. El hombre hizo un ligero gesto para contribuir a que cayeran hasta sus tobillos descalzos. Nada. Palpó por encima de su ropa interior. Primero las nalgas. Él repitió el gesto de levantarse ligeramente. El bulto creciente bajo sus calzoncillos le hizo pensar que no solo ella se estaba excitando con la situación. Se sentía extraña, pero entregada a su tarea. Introdujo las manos bajo la tela y los pelos del pubis de él se enredaron entre sus dedos. Podía insistir hasta que aquella erección derivara
en lo inevitable, pero allí no estaba la llave. Asumió entonces que debía tenerla su compañera, que había permanecido inerte y callada durante toda la exploración. Empezaba a sentirse parte de un juego que cada vez le daba menos miedo. Se sentó tras ella, exactamente en la misma postura que con él. Nunca había tocado a una mujer, al menos no de esa manera tan íntima. El perfume de su melena le acariciaba el rostro. Ella iba más ligera de ropa, como para facilitar la tarea. Posó las manos directamente bajo su vaporosa blusa, hasta dar con unos pechos turgentes sin sostén.
Aquellos pezones enhiestos ejercían de cómplices de esta inesperada coreografía. Al bajar las manos se topó con un sofisticado culotte*** de talle alto con una botonadura lateral. Esta vez no se anduvo con tantos miramientos, aunque fuera la primera vez que accedía a la máxima intimidad de otra mujer. Bajó desabrochando los botones uno a uno, deleitándose, algo sorprendida, en el roce de sus delicadas pieles. La respiración de la cautiva, al contrario que la del hombre, se agitó un poco. Con el último botón, voilá. Una llave minúscula saltó entre sus dedos. La decepción por no llegar a palpar un sexo femenino ajeno no ensombreció la alegría por poder liberar a la pareja. La mujer se quitó el antifaz y, como premiándola con una sonrisa juguetona, se lo puso a Lily, que no pudo reprimir una risita.
Sin mediar palabra, sus nuevos cómplices desaparecieron de un salto. Lily se deshizo del antifaz, algo sobresaltada, para descubrir cómo se agitaban unas cortinas cercanas. “Eh, ¿a dónde vais? No esperaba que me firmaseis una carta de agradecimiento, pero sí que me ayudaseis a salir de aquí…”, exclamó correteando tras ellos. Se sentía como una Alicia incapaz de alcanzar al conejo. Sin titubeos, atravesó ella también las cortinas de terciopelo.

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martes, 22 de octubre de 2013

Relatos Eroticos 50 Sombras De Grey

"Te quiero dolorida, nena. Quiero que, cada vez que te muevas mañana, recuerdes que yo he estado dentro de ti. Sólo yo. Eres mía" Cincuenta sombras de Grey
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